Elementos inmateriales

Incluye un estudio de investigación sobre la antropología y su contextualización en el Patrimonio Comunitario del territorio, identificando todos los recursos del Municipio y su vinculación a la creación de productos, itinerarios culturales y turísticos.
  • De lobos y hombres II

    En los trayectos a pie, sobre todo de noche, se despertaba el temor a la aparición de los lobos. Lo habitual, en el caso de que ocurriese, era la presencia siempre de varios de ellos, de modo que existía la creencia de que, una vez que aparecían iban dando golpes con el rabo a las piernas del caminante hasta que lograban tumbarle, y si esto ocurría, entonces ya no había escapatoria posible. Por tal motivo, tal y como se narra en el audio que se adjunta, lo más efectivo era subirse a un castaño y esperar hasta que clareara el día, o bien, hasta que se pudiera contar con alguna ayuda.
  • Venta de la nuez

    Al igual que el fruto del castaño, el fruto del nogal era tradicionalmente vareado desde el árbol por los hombres de la familias y de la comunidad, y recogido el fruto por la parte femenina del grupo social. Una vez limpiado el fruto y secado los hombres se trasladaban a distintos lugares a vender las nueces almacenadas en serones y transportadas por caballerías y carros. La memoria oral sobre esta práctica identifica de forma generalizada la venta de este producto con una importante fuente de ingresos, en cambio la castaña a veces por su bajo precio no merecía la pena la recogida y se pudría en los cobertizos o almacenes, tal y como se describe en el audio que acompaña a esta entrada.
  • La casa familiar

    La casa de la Tebaida responde en la mayoría de los casos a los sistemas constructivos de montaña, apoyándose en los materiales de la zona y pensada para obtener el máximo provecho de cada uno de los espacios construidos.El tipo de vivienda tradicional de Valdefrancos se asemeja a las viviendas que aparecen en el resto del valle del río Oza y del valle de Compludo. Son las casas denominadas de corredor, y escalera de acceso exterior. Las viviendas han estado sometidas siempre a procesos de cambio y transformación en función de las necesidades de las distintas familias, si bien, en los últimos años, el cambio observado ha sido mayor, debido a causas diversas. Es característico de la zona el uso de la pizarra para las techumbres. La casa tradicional consta generalmente de dos plantas, la de arriba dedicada a la vivienda y la parte de debajo de uso habitual para el ganado. La desaparición de la ganadería ha condicionado también de un modo destacado el uso de los distintos espacios de la casa. Destaca el corredor a la solana, cerrado con madera en mayor o menor medida. En el documento etnográfico se pone de manifiesto como la casa ha sido objeto de múltiples cambios. En las casas la parte de abajo estaba ocupada por el corral para los animales y luego ya el piso de arriba donde se realiza la vida. La falta de uso de las distintas dependencias ha posibilitado el cambio. Cambio de despensa por la construcción de un cuarto de baño, así como las habitaciones más amplias.
  • La matanza

    La matanza y su valor antropológico toma sentido si tenemos en consideración la importancia que el cerdo o el gocho, como se le denomina en estos valles, ha tenido en la cultura y en la alimentación tradicional. La matanza se llevaba a cabo al comienzo del invierno con los primeros fríos y suponía una actividad marcada por una regulación férrea y tradicional. Estaban repartidos los trabajos, tal y como se puede escuchar en el documento etnográfico que se adjunta. Los hombres se encargaban de tumbar al cerco y darle muerte. Este es un trabajo que no estaba reservado a cualquiera, al contrario, era un trabajo experto y muy bien valorado por el riesgo que entrabañaba. A continuación era asignado como tarea masculina el vaciar el cerdo, es decir, irle separando las partes del mismo para su posterior tratamiento. Es también un trabajo delicado pues la carne, si no se separa bien se puede estropear. Y, generalmente a las mujeres les correspondía lavar las tripas para embutir. Del mismo modo que las tareas anteriores, esta actividad requiere un saber hacer atesorado por los grupos femeninos de la localidad. Se lavaban las tripas pequeñas de un modo, y las grandes de otro distinto, y se preparaban para la posterior elaboración de los chorizos. Las distintas piezas del cerdo tenían un tratamiento distinto, pues requerían de un cuidado específico para que pudieran secarse del modo adecuado.
  • La sombra de los valles

    La expresión " por la sombra de los valles" alude a una forma tradicional de medir el tiempo en una estrecha relación con la naturaleza. La expresión se encuentra directamente relacionada con el pastoreo del ganado, actividad fundamental en los valles de la llamada Tebaida Berciana. La actividad del pastoreo, excepto en aquellos momentos en los que la nieve cubría de forma completa los valles se llevada a cabo de forma colectiva o colaborativa. Los ganados se agrupaban y los vecinos pastoreaban varios rebaños según le tocaba según la regla institucionalizada de "ir a días". El pastoreo denotaba un conocimiento del monte adquirido desde la infancia a través de todo un conjunto de categorías toponímicas que dotaban de un sentido local y cercano al territorio. El cuidado del ganado llevaba todo el día con la vigilancia puesta en el control del rebaño ante los distintos lugares sembrados y guiándose en todo momento por el sol y , sobre todo, por la sombra de los valles.
  • El Pingo

    El pingo es un término que describe el momento en el que empezaban a caer los erizos de los castaños y también de los nogales. Cuando el fruto todavía se encontraba verde e inmaduro no se podía varear, por eso, cada mañana cuando se acercaba la fecha la mujer de la familia se acercaba al soto para ir al pingo. Se visitaban cada mañana los distintos sotos de castaños y nogales para apañar el fruto que había quedado ya en el suelo.
  • Ir con el capazo

    La expresión "ir con el capazo" pone de manifiesto desde el punto de vista etnográfico la importancia de la propiedad de la tierra y de algún ganado en estos contextos de montaña con una economía de subsistencia. En el documento etnográfico que se presenta se hace alusión a cómo la posesión de la tierra ha sido una aspiración pues era el elemento de supervivencia y de reproducción familiar. Todos aquellos que no lograban este patrimonio se veían abocados a emplearse por cuenta ajena sin posibilidades de ascenso social. A esto alude la expresión, a la necesidad de la generosidad de los vecinos para la ayuda de esta clase social. La red de vecinos y conocidos, así como la red de parientes ha servido como mecanismo de protección en momentos donde no existía la protección estatal. Estas redes de solidaridad vecinal forma parte de la memoria de los distintos lugares y se recuerda con nostalgia.
  • Costumbres asociadas al árbol: EL TEJO.

    El tejo de San Cristóbal nació con la fundación del pueblo, a principios del milenio pasado. Varios pastores de una aldea cercana, Manzanedo, tenían sus corrales en lo que ahora es San Cristóbal. Para no alejarse mucho de los animales, se terminaron estableciendo en la zona, construyendo una ermita románica de planta rectangular a la que acompañaron plantando un tejo a su lado, como rezaba la tradición. De este modo nació el árbol de San Cristóbal, enmarcado en la creciente vida del Valle del Silencio con sus monjes eremitas, y los pastores de los montes Aquilanos. Poco ocurrió, afirmó Aurelio, hasta el año 1800, cuando la iglesia fue trasladada al centro del pueblo y se dejó al tejo junto a los restos de la primitiva ermita, que fue reconvertida como cementerio. Ya en el siglo veinte, en plena Guerra Civil, el antiguo pedáneo recordó que los miembros de la guardia civil perseguían a los republicanos por la zona, y cuando descansaban en el pueblo, practicaban el tiro disparando a las ramas del árbol. En la posguerra, algunos vecinos del pueblos cortaban ramas del tejo para venderlas, pues su madera era muy apreciada para construir castañuelas y gaitas. Aurelio comentó que un vecino consiguió dos sacos de patatas por la venta de una rama grande, pero aseguró que estas prácticas estaban completamente prohibidas y con el tiempo se dejaron de hacer. En el presente, el árbol se ha convertido en un símbolo de la comarca, y cientos de visitantes se acercan a San Cristóbal para verlo. Este parece el futuro más cercano del árbol milenario, y es de esperar, porque como dicen los habitantes del pueblo «por algo será el segundo tejo más viejo del mundo». Un árbol mágico y unido al hombre El tejo siempre se ha asociado con la muerte y la magia, por el elevado contenido de toxicidad de sus hojas verdinegras. Es un árbol solitario, más propio de otras épocas que de las actuales, bajo y longevo. Los celtas lo llamaban «Ioho», y construían los mejores arcos con su madera. Pero también llevaban hojas frescas de tejo en su zurrón para suicidarse en caso de perder una batalla ante el invasor romano, o para restregarlas contra las puntas de sus flechas para hacerlas más mortíferas. En la Edad Media surgió la costumbre de plantar tejos junto a los cementerios y las iglesias, como un recordatorio de la muerte. Tirar los tejos. Pero no solamente se tenía esta acepción. En la tradición popular española existe una expresión utilizada muy común en la actualidad que tiene sus raíces en este árbol. «Tirarle los tejos a alguien» procede de la costumbre que tenían las muchachas de las aldeas, que arrojaban semillas de tejo a sus posibles pretendientes. Los árboles se convierten de esta manera en testigos de la vida de los hombres, sus costumbres, sus culturas y anhelos. La pervivencia de este tejo milenario es una prueba de que la convivencia entre el hombre y su medio natural es posible, y esa posibilidad es la única manera de que dentro de otros dos mil años las leyendas que se desempolven tengan como testigos de su existencia real árboles como el de San Cristóbal.
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