Elementos inmateriales
Incluye un estudio de investigación sobre la antropología y su contextualización en el Patrimonio Comunitario del territorio, identificando todos los recursos del Municipio y su vinculación a la creación de productos, itinerarios culturales y turísticos.
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Cueva de la griega. ( Historias de mouras)
Las historias de mouros y de mouras forman parte del acerbo cultural y tradicional de la comarca del Bierzo, como ha sido recogido por investigadores y etnógrafos a lo largo del tiempo. Algunas de estas historias perviven también en la memoria de los pobladores de la Tebaida berciana, como es el caso de la historia que adjuntamos recogida en Palacios de Compludo, por Carlos Martínez y contada por Celia Villanueva en el año de 1998. Consisten en una serie de leyendas que hablan de estos pobladores que habitan generalmente en cuevas, pero que se vinculan también a otros espacios como las fuentes y que conforman distintas historias generalmente vinculadas con tesoros escondidos. Estas narraciones han pasado de generación en generación y han abierto un debate antropológico interesante sobre su origen y su significado. Su presencia se ha documentado en forma de leyendas o bien presentes en topónimos tanto en Galicia, como en Asturias, las dos Castillas y Extremadura de un modo significativo. En el caso del Bierzo, se han recogido testimonios referente a este hecho cultural en Vega de Valcarce, Barjas, y en Colinas, entre otros lugares. En Palacios de Compludo la leyenda alude al encuentro entre algunos pastores y unas mouras que habitan en las cuevas. Estos encuentros resultan esporádicos, pues estos personajes denominados como mouros o mouras no se dejan ver fácilmente, pues su condición de seres encantados limita el contacto social. En las cuevas referidas no se han encontrado vestigios de habitabilidad humana, por lo que cabe pensar que estos personajes y las narraciones vinculadas a ellos, forma parte del folclore que la imaginación social humana ha ido construyendo con el tiempo. Es un universal humano la vinculación de las cuevas y oquedades en los bosques o en el monte con la ocupación por parte de seres míticos en sus distintas manifestaciones. De modo que , cabe pensar que, una vez que se diluyó el contacto real con los moros reales de carne y hueso, y desaparecieron de la vida cotidiana, la relación se convirtió en mítica y la imaginación fue atribuyendo rasgos mágicos a estos personajes y se ocultaron imaginariamente en las cuevas. -
Castrones, rebaños y veceras.
En los valles de la Tebaida la ganadería ha sido el recurso fundamental por excelencia. Este modo de producción consistía generalmente en el llamado "Rebaño", es decir, el conjunto de ganado ovino y caprino, y además las llamadas "veceras" conformadas por el número de cabezas de ganado vacuno. Esta diferencia no se da en todos los lugares y refiere más bien a un uso local de estos dos términos. Las veceras obligaban a un riguroso orden social en relación a su cuidado, y el número de ellas que había en cada localidad dependía de la cantidad de cabezas de ganado en cada momento. El primer domingo de junio se separaba de la vecera la pareja principal y las dos veceras quedaban entonces ya unidas en una sola. El cuidado de estas veceras estaban firmemente regulado y sometido a un estricto control social. La referencia , tal y como se puede percibir en el audio adjunto, dependía del número de cabezas poseídas, por tanto, los que tenían un mayor número debían de ocuparse en mayor medida de la vecera que aquellos que contaban con menos. -
La subasta del horno comunal.
En la vida tradicional de los valles de la Tebaida ha sido alimento fundamental el pan. De hecho, el alimento ha dado nombre a los cereales de los que se produce, siendo así que cuando se iba a sembrar el trigo o el centeno, el habla popular decía: "ir a sembrar el pan" o incluso, ha dado nombre a los terrenos donde se sembraba el cereal, describiendo estos terrenos como los terrenos del pan. A pesar de que algunas casas aún conservan pequeños hornos familiares, la vida de la comunidad giraba en torno al horno comunal. Estos lugares consistían en pequeñas construcciones, ubicadas en un sitio céntrico, generalmente cerca de la plaza de la localidad o cerca de la iglesia, en cuyo interior se ubicaba un horno grande capaz de albergar la fabricación del pan suficiente para toda la población, si bien, en momentos en los que la densidad de población era muy alta, el horno estaba en funcionamiento a lo largo, prácticamente de todo el día para llevar a cabo varias hornadas. Estos hornos comunales han sido un ejemplo de la regulación y la gestión de la vida comunitaria llevada a cabo desde los concejos. El uso del horno y la tarea de hornear era subastada cada año en la plaza pública y dentro de un concejo propuesto a tal efecto, si bien, como se señala en el audio que adjuntamos se aprovechaba para subastar también alguna que otra tarea comunitaria como era el uso y la práctica del toque de campana. La subasta quedaba adjudicada al mejor postor, y debía de realizar la labor de hornear y mantener el horno comunal a lo largo de todo un año. -
"Dame de masar"
En las sociedades tradicionales del valle del Oza y de Compludo, como en muchas otras, el pan ha sido un alimento fundamental, así como también otros alimentos hechos con harina y que han requerido cocción. En algunos lugares, como es el caso de Montes de Valdueza, la mayoría de los hornos formaban parte de la casa, eran más pequeños pero formaban parte de la arquitectura del hogar familiar. En Villanueva, el horno era comunal, se subastaba el día 25 de junio, el día de Santiago junto con las campanas y las distintas familias, siguiendo un procedimiento fuertemente normativizado acudían a pedir la vez para su uso con la expresión: "dame de masar". Era tal el uso del horno comunal que se realizaban varias hornadas a lo largo del día, de modo que no había tiempo ni de tocar las campanas que estaban a cargo también del horno. Por tanto, el ingenio popular ideaba distintos mecanismos para poder cumplir fielmente con las tareas asignadas. Por la subasta del horno se pagaba, en cambio, la tarea de tocar las campanas suponía una gratificación económica, de modo que se solía compensar una con la otra. El audio que acompaña a esta entrada señala de un modo claro la regulación establecida para la subasta. -
La "Aquianina". Romería
La romería en la que participa la virgen de Villanueva de Valdueza llamada la "Aquinina" y que se menciona en el audio, ha constituido una de las manifestaciones populares más importantes de religiosidad popular en la comarca. Este conjunto de creencias que denominamos "popular" hace referencia a prácticas y cosmovisiones que, en alguna medida, se entremezclan y coexisten con formas tipificadas como oficiales de religión, así como con creencias de tipo pagano vinculadas a espiritualidades que conectan de un modo directo con la naturaleza. Esta romería se adapta bastante bien a este consideración, pues se encuentran directamente relacionada con la sacralización de un espacio donde la naturaleza se expresa de una forma muy poderosa en sus dos facetas principales, la protectora y provedora de recursos que ayudan a la supervivencia del grupo y la otra, como si de un rostro jánico se tratase, que apela a la forma destructiva y generadora de miedo. En la parte más simbólica de esta cordillera denominada "los montes aquilianos" se sitúa una capilla actualmente a la cual han accedido durante años los fieles en romería para su veneración. La memoria de los habitantes de estos valles se ha mantenido vigorosa para recordar cómo el lunes siguiente a la fiesta de Pentecostés, y después de la misa los habitantes de la localidad de San Pedro de Montes ascendían con la Virgen hasta la ermita situada en el pico. A medio camino se le unían los pobladores de Villanueva de Valdueza con la imagen de la "Aquinina". Después de un encuentro entre ambas imágenes, y culminada la ascensión, las imágenes se resguardaban en la ermita hasta el día de San Miguel, momento en el que descendían de nuevo a las respectivas parroquias. Estas estancias temporales de imágenes sagradas en lugares que están cargados de sacralidad natural para los grupos humanos son relativamente frecuentes en la religiosidad popular. Tal vez remitan a la búsqueda permanente de los seres humanos por contar con la máxima ayuda y protección de lo sobrenatural en un contexto social y económico de baja protección ante la adversidad. Conviene recordar cómo la fiesta de Pentecostés en el Antiguo Testamento remite a una fiesta del grano, es decir que se sitúa en una esfera relacionada con el deseo y necesidad al mismo tiempo de crecimiento y fecundidad de la producción de los cereales. No está de más también recordar cómo en la religiosidad popular la festividad de San Miguel se vincula con la ruptura del tiempo laboral del verano, de la cosecha y aparece como la primera fiesta del otoño, es decir, que marca el fin del ciclo agrícola de la cosecha y señala ya el comienzo del nuevo proceso del nuevo. -
El coste de la vida ( patatas )
La reproducción social en poblaciones de montaña ha resultado muy difícil. Tanto el invierno con las copiosas nevadas que se mantienen en la memoria oral, como el trabajo a destajo de los veranos hacían que la vida fuese tremendamente costosa sobre todo en energía consumida. Esto ha repercutido, sin duda, en los procesos migratorios que se ha sucedido a lo largo del tiempo. Raro es una familia no tenga al menos a uno de sus miembros que ha emigrado en algún momento, bien en la primera ola migratoria a Latinoamérica o bien ya en la segunda donde muchas personas de estos valles emigraron a probar suerte en varios países europeos, sobre todo Suiza y Francia. Algunos otros procesos migratorios de los pueblos de la Tebaida llevaron a algunos de sus habitantes al Norte de España. Es significativo el número de personas que han pasado un tiempo como emigrantes y que luego han regresado y han construido sus casas nuevas o bien renovados las casas familiares. El audio que presentamos recoge el testimonio de la dureza de la vida en la montaña, en concreto en la localidad de Montes de Valdueza. Dos eran los productos alimentarios de enorme importancia, uno de ellos “el pan” y otro la patata. -
Tocar la esquila.
En el registro etnográfico que se presenta se menciona cómo el toque de la esquila a lo largo de las calles del municipio de Carracedo de Compludo era una práctica habitual, ritual y rutinaria que solamente dejaba de realizarse en momentos muy puntuales y por un acontecimiento destacado. En este caso, y a diferencia de otros lugares donde la tradición todavía se mantiene muy viva, como es el caso de algunas localidades de la sierra de Salamanca, la esquila con doble asa se pasaba de familia en familia, siendo un miembro de la familia quien debía de hacerla sonar al caer la tarde por las calles de la localidad. A pesar de que en el registro no se menciona el sentido de esta práctica que se remonta a momentos donde la religiosidad popular y sus creencias sobre la muerte y los difuntos marcaba tanto los tiempos como los espacios de la vida tradicional. -
El rayo. Efectos.
Las tormentas acompañadas de los rayos despertaban un gran miedo y temor por sus efectos devastadores sobre cultivos, casas, personas y animales. Estos fenómenos naturales, denominados de varias formas en la geografía del noroeste hispano, como truenas, o en otros casos, tuenas, han estado acompañados por fuertes prácticas ritualizadas y culturizadas. Para comprender la importancia que en las sociedades tradicionales han tenido estas prácticas conviene mostrar como los efectos del rayo han quedado marcados en la memoria de los pobladores de estos valles, pues solo de este modo se puede entender la importancia dada a la prevención o lucha frente a los rayos, la lluvia y el granizo. La creatividad popular ha ido conformando un conjunto de creencias y supersticiones relacionadas, con los provocadores de las nubes ( personajes mágicos con efectos malignos descritos y nombrados a veces como reñuberos) como con las defensas contra los elementos devastadores. Estas protecciones incluían los toques de campana y los conjuros a “tente nube”, así como los rezos a Santa Bárbara u otros santos protectores. Era habitual el dotar al interior de las casas de elementos protectores, que solían ser velas como las velas de Jueves Santo o, en otros casos se solía colocar a la puerta de la vivienda instrumentos a los que se les atribuía un poder especial como las hachas o las palas de cocer el pan. Junto a ellos también se estimaba en gran medida el poder de las piedras para alejar a las nubes, y por ello en algunos hogares o dentro de las cuadras empleaban un amuleto de singular poder como era la piedra del rayo bien lanzaban nueve o doce piedras hacia lo alto cuando sonaban los primeros truenos, piedras que habían sido recogidas en fechas especiales del año.