Elementos inmateriales
Incluye un estudio de investigación sobre la antropología y su contextualización en el Patrimonio Comunitario del territorio, identificando todos los recursos del Municipio y su vinculación a la creación de productos, itinerarios culturales y turísticos.
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"Dame de masar"
En las sociedades tradicionales del valle del Oza y de Compludo, como en muchas otras, el pan ha sido un alimento fundamental, así como también otros alimentos hechos con harina y que han requerido cocción. En algunos lugares, como es el caso de Montes de Valdueza, la mayoría de los hornos formaban parte de la casa, eran más pequeños pero formaban parte de la arquitectura del hogar familiar. En Villanueva, el horno era comunal, se subastaba el día 25 de junio, el día de Santiago junto con las campanas y las distintas familias, siguiendo un procedimiento fuertemente normativizado acudían a pedir la vez para su uso con la expresión: "dame de masar". Era tal el uso del horno comunal que se realizaban varias hornadas a lo largo del día, de modo que no había tiempo ni de tocar las campanas que estaban a cargo también del horno. Por tanto, el ingenio popular ideaba distintos mecanismos para poder cumplir fielmente con las tareas asignadas. Por la subasta del horno se pagaba, en cambio, la tarea de tocar las campanas suponía una gratificación económica, de modo que se solía compensar una con la otra. El audio que acompaña a esta entrada señala de un modo claro la regulación establecida para la subasta. -
La "Aquianina". Romería
La romería en la que participa la virgen de Villanueva de Valdueza llamada la "Aquinina" y que se menciona en el audio, ha constituido una de las manifestaciones populares más importantes de religiosidad popular en la comarca. Este conjunto de creencias que denominamos "popular" hace referencia a prácticas y cosmovisiones que, en alguna medida, se entremezclan y coexisten con formas tipificadas como oficiales de religión, así como con creencias de tipo pagano vinculadas a espiritualidades que conectan de un modo directo con la naturaleza. Esta romería se adapta bastante bien a este consideración, pues se encuentran directamente relacionada con la sacralización de un espacio donde la naturaleza se expresa de una forma muy poderosa en sus dos facetas principales, la protectora y provedora de recursos que ayudan a la supervivencia del grupo y la otra, como si de un rostro jánico se tratase, que apela a la forma destructiva y generadora de miedo. En la parte más simbólica de esta cordillera denominada "los montes aquilianos" se sitúa una capilla actualmente a la cual han accedido durante años los fieles en romería para su veneración. La memoria de los habitantes de estos valles se ha mantenido vigorosa para recordar cómo el lunes siguiente a la fiesta de Pentecostés, y después de la misa los habitantes de la localidad de San Pedro de Montes ascendían con la Virgen hasta la ermita situada en el pico. A medio camino se le unían los pobladores de Villanueva de Valdueza con la imagen de la "Aquinina". Después de un encuentro entre ambas imágenes, y culminada la ascensión, las imágenes se resguardaban en la ermita hasta el día de San Miguel, momento en el que descendían de nuevo a las respectivas parroquias. Estas estancias temporales de imágenes sagradas en lugares que están cargados de sacralidad natural para los grupos humanos son relativamente frecuentes en la religiosidad popular. Tal vez remitan a la búsqueda permanente de los seres humanos por contar con la máxima ayuda y protección de lo sobrenatural en un contexto social y económico de baja protección ante la adversidad. Conviene recordar cómo la fiesta de Pentecostés en el Antiguo Testamento remite a una fiesta del grano, es decir que se sitúa en una esfera relacionada con el deseo y necesidad al mismo tiempo de crecimiento y fecundidad de la producción de los cereales. No está de más también recordar cómo en la religiosidad popular la festividad de San Miguel se vincula con la ruptura del tiempo laboral del verano, de la cosecha y aparece como la primera fiesta del otoño, es decir, que marca el fin del ciclo agrícola de la cosecha y señala ya el comienzo del nuevo proceso del nuevo. -
La sangre y el fariñote.
Uno de los elementos destacados de la matanza era el uso otorgado a la sangre del cerdo como alimento. En muchos lugares es habitual conservar la sangre del animal en el momento de morir y usarla como alimento. En el documento etnográfico que se presenta, oímos como no en todos los lugares se elaboraba morcilla. Sin embargo uno de los alimentos característicos de los pueblos de la llamada Tebaida berciana es el fariñote. Es una especie de morcilla compuesta por arroz cocido y carne, por regla general no muy buena e incluso ensangrentada, la mezcla resultaba agradable al paladar. -
El narigón. ( venta de terneros)
El comercio ha sido una institución fundamental para entender la vida en las localidades de la Tebaida. La economía familiar estaba inicialmente enfocada hacia el autoconsumo, pero debía contar en muchos casos con el ingreso obtenidos del comercio. Cada producto tenía su propia forma de venta. En el caso de las castañas y las nueces los compradores se desplazaban a los distintos pueblos y después del pesaje abonaban el importe y recogían el producto. En cambio con la venta de los terneros el comercio se regía de un modo distinto. El vendedor debía llevar el ternero hasta el lugar de la venta, con el sacrificio y el esfuerzo que suponía y asumiendo el riesgo del transporte, así como la merma del peso del ternero fruto del desplazamiento a través de escarpadas subidas y peligrosas bajadas. Para todo ello, el narigón desempeñaba un papel fundamental, pues ayudaba al control del ganado durante la travesía, aunque no siempre. -
La sombra de los valles
La expresión " por la sombra de los valles" alude a una forma tradicional de medir el tiempo en una estrecha relación con la naturaleza. La expresión se encuentra directamente relacionada con el pastoreo del ganado, actividad fundamental en los valles de la llamada Tebaida Berciana. La actividad del pastoreo, excepto en aquellos momentos en los que la nieve cubría de forma completa los valles se llevada a cabo de forma colectiva o colaborativa. Los ganados se agrupaban y los vecinos pastoreaban varios rebaños según le tocaba según la regla institucionalizada de "ir a días". El pastoreo denotaba un conocimiento del monte adquirido desde la infancia a través de todo un conjunto de categorías toponímicas que dotaban de un sentido local y cercano al territorio. El cuidado del ganado llevaba todo el día con la vigilancia puesta en el control del rebaño ante los distintos lugares sembrados y guiándose en todo momento por el sol y , sobre todo, por la sombra de los valles. -
Hornadas comunales.
El horno comunitario también era un lugar especial de contacto sobre todo de mujeres, ya que la elaboración del pan, su preparación y su cocción, así como de otros productos como las empanadas y las roscas ha sido una labor claramente feminizada. En estos lugares de la vida comunitaria se tejían relaciones sociales muy poderosas y además se trabajaba de forma comunitaria con un reparto muy definido de funciones, tal y como se describe en el audio que adjuntamos. Durante determinados días del año y en distintas celebraciones, la hornada se realizada de forma comunitaria, para luego llevar a cabo una fiesta de degustación de estos productos. -
El oricuerno o cuerno del alicornio.
El cuerno del alicornio es un pequeño trozo de hueso con un color ennegrecido por el contacto con las manos que se encuentra vinculado en la zona del Valle del Oza a una leyenda y que a través de ella se le dota al objeto de unas características y poderes curativos y sanadores. La poseedora del cuerno, hasta donde hemos conocido, siempre mujeres con un poder especial basado en gran medida en su conocimiento de las plantas y su efecto mitigador del dolor y del sufrimiento, hacían uso del cuerno según surgiese la demanda, bien en el ámbito familiar, o bien con una presencia mucho más amplia en las localidades cercanas donde su efecto era bien conocido. Debemos la leyenda a la gentileza de Enrique Rodríguez Arias, quien la ha recogido del siguiente modo: Cuenta la tradición que en el valle del Oza o Valdueza, en época remota, perdida en el tiempo las aguas de los ríos y fuentes se contaminaron, de modo que nadie, ni personas, ni animales podían beber sin morir, hasta que un animal sagrado, el alicornio, se acercó a ellas y sumergiendo su cornamenta en sus aguas las purificó. Este ritual de introducir los cuernos en las aguas del valle se repetía todas las mañanas, de modo que se desvanecía con ello el peligro del envenenamiento. Una vez que fueron purificadas todas las aguas del valle, el animal desapareció, pero dejó en un lugar del valle la cornamenta. Esta fue dividida en pequeños trozos que fueron repartidos por las localidades del valle bajo la creencia de que estos fragmentos de la cornamenta del animal, al igual que habían purificado las aguas, purificarían los cuerpos y sanarían las enfermedades. Uno de estos cuernos llegó a Villanueva de Valdueza y fue recibido y transmitido de generación en generación hasta el día de hoy. La leyenda se encuentra extendida por muchas zonas de España, si bien, presenta interesantes variantes. Tiene su origen en el conjunto de mitos castellanos que se mantienen desde la Edad Media. En ellas se aluda siempre a un ser legendario llamado oricuerno o alicornio que es el nombre que toma en las tierras hispanas el unicornio. Generalmente se le representa como si fuera un caballo blanco con un potente cuerno frontal en forma de espiral. Este ser tiene un carácter híbrido, se le representa con una cola de león o con alas encima de las pezuñas, si bien, en cada lugar toma una forma diferente. Lo que le convierte en mágico son las propiedades de su cuerno, del cual, según la tradición se han elaborado pequeñas cruces en algunos casos, y en otros pequeños fragmentos con poder curativo y sanador. -
Venta de la nuez
Al igual que el fruto del castaño, el fruto del nogal era tradicionalmente vareado desde el árbol por los hombres de la familias y de la comunidad, y recogido el fruto por la parte femenina del grupo social. Una vez limpiado el fruto y secado los hombres se trasladaban a distintos lugares a vender las nueces almacenadas en serones y transportadas por caballerías y carros. La memoria oral sobre esta práctica identifica de forma generalizada la venta de este producto con una importante fuente de ingresos, en cambio la castaña a veces por su bajo precio no merecía la pena la recogida y se pudría en los cobertizos o almacenes, tal y como se describe en el audio que acompaña a esta entrada.








