Elementos inmateriales

Incluye un estudio de investigación sobre la antropología y su contextualización en el Patrimonio Comunitario del territorio, identificando todos los recursos del Municipio y su vinculación a la creación de productos, itinerarios culturales y turísticos.
  • El liviano y la androlla.

    El documento que se adjunta describe cómo su usaba como alimento el llamado "liviano", término que describe el pulmón de algunos animales, especialmente del cerdo, su modo de preparación a través de un escaldado y cómo posteriormente se picaba para poder ser comido. Al mismo tiempo se explica también la preparación de un embutido de consumo habitual en la zona denominado androlla, cuya presencia es frecuente también en numerosas zonas de Galicia.
  • El rayo. Efectos.

    Las tormentas acompañadas de los rayos despertaban un gran miedo y temor por sus efectos devastadores sobre cultivos, casas, personas y animales. Estos fenómenos naturales, denominados de varias formas en la geografía del noroeste hispano, como truenas, o en otros casos, tuenas, han estado acompañados por fuertes prácticas ritualizadas y culturizadas. Para comprender la importancia que en las sociedades tradicionales han tenido estas prácticas conviene mostrar como los efectos del rayo han quedado marcados en la memoria de los pobladores de estos valles, pues solo de este modo se puede entender la importancia dada a la prevención o lucha frente a los rayos, la lluvia y el granizo. La creatividad popular ha ido conformando un conjunto de creencias y supersticiones relacionadas, con los provocadores de las nubes ( personajes mágicos con efectos malignos descritos y nombrados a veces como reñuberos) como con las defensas contra los elementos devastadores. Estas protecciones incluían los toques de campana y los conjuros a “tente nube”, así como los rezos a Santa Bárbara u otros santos protectores. Era habitual el dotar al interior de las casas de elementos protectores, que solían ser velas como las velas de Jueves Santo o, en otros casos se solía colocar a la puerta de la vivienda instrumentos a los que se les atribuía un poder especial como las hachas o las palas de cocer el pan. Junto a ellos también se estimaba en gran medida el poder de las piedras para alejar a las nubes, y por ello en algunos hogares o dentro de las cuadras empleaban un amuleto de singular poder como era la piedra del rayo bien lanzaban nueve o doce piedras hacia lo alto cuando sonaban los primeros truenos, piedras que habían sido recogidas en fechas especiales del año.
  • Oveja perdida. Oración a San Antonio.

    En los pueblos de montaña que conforman la llamada Tebaida berciana, el ganado ha sido siempre, un bien preciado y su perdida ha supuesto una desgracia. Por este motivo en cuanto una cabeza de ganado no se encontraba o se perdía en el monte era frecuente el uso de plegarias y de oraciones que ayudasen en el proceso de búsqueda. La apelación a San Antonio era recurrente en la zona para tratar de encontrar objetos perdidos, entre ellos, por supuesto el ganado. Quien recitaba la oración se aislaba de los demás miembros de la familia y recitaba de memoria unas palabras rogatorias tal y como se pone de manifiesto en el documento etnográfico que se acompaña.
  • El matanchín.

    En el documento etnográfico que se presenta se pone de manifiesto la preparación que suponía el llevar a cabo la matanza con la reunión de varias familias y de los miembros más allegados y cercanos de la misma. El momento principal es el momento de matar, pues encierra peligro para los que participan en este momento del acto económico y ritual. El cerdo se defiende y se mueve con mucho peso, por eso es necesario contar con el conocimiento y la habilidad suficiente para poder llevar a cabo el propósito sin resultar herido o lesionado. Ante estas circunstancias se premia con reconocimiento y con honor este conocimiento basado en las habilidades propias y en el conocimiento adquirido de generación en generación. El término "matanchín" expresado con admiración y cariño recoge la admiración por ese saber hacer en un momento tan importante para el grupo familiar.
  • Tocar la esquila.

    En el registro etnográfico que se presenta se menciona cómo el toque de la esquila a lo largo de las calles del municipio de Carracedo de Compludo era una práctica habitual, ritual y rutinaria que solamente dejaba de realizarse en momentos muy puntuales y por un acontecimiento destacado. En este caso, y a diferencia de otros lugares donde la tradición todavía se mantiene muy viva, como es el caso de algunas localidades de la sierra de Salamanca, la esquila con doble asa se pasaba de familia en familia, siendo un miembro de la familia quien debía de hacerla sonar al caer la tarde por las calles de la localidad. A pesar de que en el registro no se menciona el sentido de esta práctica que se remonta a momentos donde la religiosidad popular y sus creencias sobre la muerte y los difuntos marcaba tanto los tiempos como los espacios de la vida tradicional.
  • Apañadera

    La apañadera es un objeto tradicionalmente usado para la recogida de la castaña después de haber sido vareada por los hombres de la comunidad en los castaños propios o en los castaños comunes. Tradicionalmente ha sido un trabajo femenino complementario al trabajo masculino que consistía en subirse al árbol y varear. Es el objeto utilizado con anterioridad a los guantes que se usan actualmente para evitar que los erizos puedan hacer daño en las manos. Las apañaderas o pañaderas tenían forma de pinza y se usaban para pañar o apañar junto con la fardela o morral, objeto que también formaba parte de la práctica de la recogida de la castaña y que es denominado en algunos lugares como Curuxa o Curuxin. Relacionada con este objeto y este término se encuentra el término Pañadora o Apañadora que describe a la mujer que recoge con las fornazas o pañaderas los erizos de las castañas al varear. Este instrumento era elaborado artesanalmente con la madera del mismo árbol tal y como se describe en el audio que completa este elemento. Ha supuesto un conocimiento y una técnica artesanal que se ha perdido y solamente se conserva en la memoria oral.
  • Toque a Santa Bárbara.

    Los toques de campana son muy diversos y varían, por regla general levemente de una localidad a otra. Hay algunos que se mantienen de un modo más constante, pero otros varían significativamente. En el caso de la llamada o apelación a Santa Bárbara consiste en colocar la campana en un giro de 180 grados, con la cruz de Santa Bárbara hacia arriba. La intención es ahuyentar a la tormenta, sobre todo, si esta se coloca sobre un determinado lugar que la hace especialmente peligrosa, tal y como se describe en el audio que acompaña a esta entrada. Es importante el llevar a cabo esta práctica en un determinado momento, antes de que la tormenta se sitúe encima de la localidad, pues entonces ya no habrá posibilidad de ahuyentarla.Entre las sentencias y frases proverbiales de contenido meteorológico, ésta de “acordarse de Santa Bárbara cuando truena” es, sin duda, una de las más utilizadas. Hoy la empleamos únicamente en sentido figurado, poniendo de manifiesto nuestro comportamiento habitual de dejar para mañana lo que podemos hacer hoy, aparcar para mejor ocasión lo que aún pensamos puede demorarse, o aplazar sine díe lo que no conviene a nuestros intereses. Y así lo hacemos hasta que metafóricos truenos hacen tambalear o amenazan nuestra posición, en cualquier nivel al que lo contemplemos. Ignoramos quien y en qué momento pronunció por primera vez este axioma en sentido alegórico, pero sí podemos afirmar que la tradición de muchos siglos ha vinculado a Santa Bárbara con los truenos y que su nombre va unido, en un pasado bastante reciente, a creencias, ritos, conjuros y supersticiones dirigidos a protegernos de los rayos y los estragos producidos por las tormentas.
  • Castrones, rebaños y veceras.

    En los valles de la Tebaida la ganadería ha sido el recurso fundamental por excelencia. Este modo de producción consistía generalmente en el llamado "Rebaño", es decir, el conjunto de ganado ovino y caprino, y además las llamadas "veceras" conformadas por el número de cabezas de ganado vacuno. Esta diferencia no se da en todos los lugares y refiere más bien a un uso local de estos dos términos. Las veceras obligaban a un riguroso orden social en relación a su cuidado, y el número de ellas que había en cada localidad dependía de la cantidad de cabezas de ganado en cada momento. El primer domingo de junio se separaba de la vecera la pareja principal y las dos veceras quedaban entonces ya unidas en una sola. El cuidado de estas veceras estaban firmemente regulado y sometido a un estricto control social. La referencia , tal y como se puede percibir en el audio adjunto, dependía del número de cabezas poseídas, por tanto, los que tenían un mayor número debían de ocuparse en mayor medida de la vecera que aquellos que contaban con menos.
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