Según Voces Jolías estos seis fragmentos pertenecerían al banco del antiguo retablo mayor de Lombillo, encargado al pintor astorgano Hernando Pavón en 1586. Estas junto al resto del retablo se deshecharon a la hora de hacer la nueva máquina ya en época barroca. Según él mismo explica, algunos retazos fueron empleados para hacer un confesionario, colocando las pinturas hacia el interior del mismo. De allí las rescataría don Augusto Quintana cuando era párroco del lugar. Aparentemente pertenecen a dos tableros distintos, uno que trataría la Natividad y otro la Epifanía
Sencillísima cruz de hierro que sirve como remate a la espadaña de la ermita. Parece que no contiene ningún tipo de anclaje o remate para unir los dos travesaños de la cruz, por lo que se unión se haría en el propio proceso de forjado. Tiene perfil de cruz latina, con los extremos de sus brazos ensanchados a martillo.
Mueble funcional de madera de chopo para colocar hachas. Se componen de dos pies, dos vástagos laterales y dos travesaños lisos.
En los pies muestran un tipo de decoración similar a la del catafalco del templo, con el que quizá hicieran juego, formando parte de los mismos actos litúrgicos.
Estas parihuelas de madera pertenecieron a la cofradía de las Ánimas de Lombillo. Son un artilugio sencillo, compuesto de una cama rectangular con travesaños y tablas perpendiculares, cuatro varales y otras tantas patas para apoyarla en el suelo. Se mantienen aún los correajes originales de cuero, o una cenefa ondulante de hierro en la parte superior, donde se dispondría el difunto. Es un elemento puramente funcional por lo que llama la atención el detalle labrado de su frente, una especie de guirnalda con motivos textiles y vegetales. En su contorno se recoge una inscripción con letras de molde blancas sobre el fondo negro del mueble.
Mueble para guardar ornamentos y vestiduras litúrgicas. En este caso se trata de un sencillo modelo compuesto por tres grandes cajones que ocupan toda la superficie. Los cajones van recercados con una moldura rectangular y muestran en su frente una pareja de aldabas de forja con una venera en su frente. De la estricta funcionalidad del modelo se escapan tan sólo los paneles laterales, divididos en cuatro cuartones tallados con una especie de telas plegadas, muy habituales en el mobiliario de carácter popular del siglo XIX.
Busto del Padre Eterno dispuesto en el ático del retablo mayor. Viste túnica y manto azulado que cruza el cuerpo desde el hombro derecho. Su rostro, de anciano venerable, va caracterizado por una barba grisácea y una cabellera de idéntico color y marcadas entradas. Sus facciones, redondeadas, de ojos saltones y rostro inexpresivo parecen típicas del maestro que talló la imaginería del retablo. En su mano izquierda porta el orbe, mientras con la derecha se muestra en actitud de bendecir.