Fichas
Plantilla
Bien inmaterial
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Los lindes.
En un contexto de mayor densidad del actual y con rebaños y veceras de gran número, el aprovechamiento de los montes y de los pastos resultaba fundamental. Por tal motivo, era especialmente importante el conocimiento y la señalización de los distintos límites territoriales. Esto se realizaba a base de mojones o accidentes en el terreno que fueses conocidos por todos y que servían como referencia para determinar la territorialidad. Aún así las desavenencias ocurrían de vez en cuando entre habitantes de los municipios que lindaban. También hay que señalar que en momentos de extrema gravedad, como podían ser riadas o fuegos, la solidaridad era muy grande entre los habitantes de estos municipios colindantes. Límite procede de limes y este término, a su vez, de limus, que indica algo que se encuentra atravesado, refiere a una línea divisoria, a separación física, pero también a cualquier separación inmaterial. Nuestra condición humana ha organizado el espacio teniendo en cuenta los lindes, que asumen, en función de contextos determinados, términos distintos. Así cabe referirnos a los cercos, barreras, vallas, mojones, cotos, etc. En la expresión, materialización y tratamiento de los lindes se percibe el sentido colectivo y grupal de las distintas formas de poblamiento. En el audio que adjuntamos resulta perceptible de un modo muy claro. Hay un sentimiento de comunidad en el valle entre los llamados Compludos, y este sentimiento se deja notar en el modo de actuar ante los límites. En cambio, aparece bien señalado quienes son los otros, los que se encuentran más alejados de nuestro forma de pertenencia, de nuestra identidad. -
Ferias y mercados.
Las ferias y mercados han formado parte de la vida de los pobladores de estos valles bercianos. Suponía, desde el punto de vista económico el lugar para comprar y vender, sobre todo, animales, tanto vacas como caballos y burros, que serían usados para el trabajo de la tierra y sustento de la familia. En la vida tradicional de la tebaida, la complementariedad entre hombre y animal era total, formando un conjunto en el que, el todo tenía más efecto que la suma de sus partes. Las ferias y mercados se documentan desde principios del periodo medieval. Algunos investigadores han tomado como primera de estas ferias la de Sahagun, allá por el siglo XII. Una feria es todo un conjunto de relaciones sociales, servía como encuentro de personas de distintas localidades que solamente se veían en esos momentos. También suponían una puerta de entrada de novedades y de modernidad en las localidades de los valles de montaña cuya posibilidad de novedades quedaba muy limitada. Y junto a esto, una feria es un lugar de transacciones económicas donde compradores y vendedores tratan de encontrar respuesta a las necesidades del momento a partir de un precio razonable y justo. En las ferias se podía encontrar prácticamente de todo lo necesario, si bien, con el tiempo las ferias se fueron especializando. Eran lugares de compra de granos, fruta, aceites, manteca, quesos, productos ultramarinos, textiles, paños, escabeches, alfarería, loza, aperos de todo tipo para la labranza, así como artículos de lujo.). En el audio que se adjunto se pone de manifiesto la importancia que para los habitantes de los valles de Compludo tuvo la feria de Lucillo, en la Somoza, pues acudían a ella principalmente con la intención de comprar y vender ganado. A esta feria se acercaban también astorganos y habitantes del Bierzo con intención de vender fruta. En cambio, se menciona también la referencia de Ponferrada para la compra en el mercado del resto de productos. En el recuerdo también se mantiene la importancia que tuvo para toda la comarca la feria de Cacabelos, como lugar especial para la compra sobre todo de caballería. Como es bien conocido, esta fiesta que se mantiene en la actualidad en las fechas de la festividad de San Miguel, en el mes de septiembre, ha sido un referente desde hace más de 700 años en el noroeste ibérico para la compra y venta de caballos y a ella acudían a pie y volvían en el mismo día los pobladores de la Tebaida berciana que necesitaban llevar a cabo alguna compra o venta. -
El zapatero de Valdecañada.
La posesión de zapatos en las localidades de la Tebaiada berciana no estaba al alcance de todas las familias. Durante mucho tiempo se consideró una prenda de lujo que había que cuidar al máximo y solamente usarla en determinadas ocasiones. Los pies se protegían habitualmente con alpargatas y con ellas se llevaba a cabo la mayor parte de los trabajos y faenas productivas. En el audio que adjuntamos se pone de manifiesto este valor que los zapatos han tenido y que forma parte importante de la memoria de algunos de los habitantes de San Esteban. Como objeto de gran valor que eran debían de ser reparados cuando se gastaban o rompían. Contaban para ello con los llamados zapateros de viejo o zapateros remendones, oficio que estaba presente en cada localidad y que el tiempo fue poco a poco extinguiendo. Cuando ya no había zapateros en una localidad, el trabajo se convirtió en ambulante, y así los zapateros dedicaban gran parte de su tiempo en recorrer caminos y senderos para atender las necesidades que tenían los zapatos en otros lugares. Entre sus conocimientos destacaban el manejo del cuero y la facilidad para trabajar con distintas herramientas como cuchillas de acero para cortar el cuero, martillo remendón y martillo fino, también llamado galgo, manopla, tirapié, escarificador para realizar agujeros, horma de madera, estacas, tenazas ,escofina y algunos otros. El uso de los zapatos estaba, como hemos comentado, de un modo muy restringido a determinadas circunstancias, así se comenta cómo se caminaba con alpargatas y al llegar a las calles principales de Ponferrada se ponían los zapatos para no gastarlos. Al tiempo se comenta también cómo había un día en cada localidad, en San Esteban de Valdueza era el domingo, en el que se realizaban las reparaciones del calzado por parte del zapatero de Valdecañada que quedó como referencia para las localidades de la zona. -
Tocar la esquila.
En el registro etnográfico que se presenta se menciona cómo el toque de la esquila a lo largo de las calles del municipio de Carracedo de Compludo era una práctica habitual, ritual y rutinaria que solamente dejaba de realizarse en momentos muy puntuales y por un acontecimiento destacado. En este caso, y a diferencia de otros lugares donde la tradición todavía se mantiene muy viva, como es el caso de algunas localidades de la sierra de Salamanca, la esquila con doble asa se pasaba de familia en familia, siendo un miembro de la familia quien debía de hacerla sonar al caer la tarde por las calles de la localidad. A pesar de que en el registro no se menciona el sentido de esta práctica que se remonta a momentos donde la religiosidad popular y sus creencias sobre la muerte y los difuntos marcaba tanto los tiempos como los espacios de la vida tradicional. -
La feria de Lombillo.
Las ferias y mercados en general han desempeñado en la comarca de la Tebaida berciana un importante papel tanto social, como económico y cultural. En muchos casos han sido fuente de entrada de nuevos productos así como motivo para la confección de tejidos y redes sociales económicas que han dado vida y sustento a las poblaciones de este entorno montañoso. Las ferias y mercados durante mucho tiempo constituyeron el sistema tradicional de comercio pecuario, y aún se mantienen como tal en numerosas zonas de la geografía peninsular. En la Tebaida ha desaparecido esta práctica con las transformaciones en el modo productivo, los procesos migratorios y las nuevas formas de consumo. Las ferias suponían intercambio comercial pero resultaban de mayor importancia que los mercados que solían realizarse con mayor asiduidad. Las ferias se celebraban en un lugar público y en muchos casos con una dilatada periodicidad, que podía ser de una vez al mes o incluso una vez al año. En el audio que se adjunta se comenta la importancia para los pueblos de la Tebaida de la feria de Lombillo. En otros casos se ha mencionado la feria del Espino o la de Cacabelos. Desde el punto de vista social y antropológico es reseñable la presencia de un conjunto de reglas, en muchos casos, no escritas que mediaban en los intercambios entre los tratantes o compradores y los vendedores. Este conjunto de reglas y de prácticas no escritas pasaban de generación en generación. Se aprendían desde la infancia y eran fruto de la observación. El trato dependía de la habilidad por ambas partes en la negociación pero la palabra dada acorde a las reglas establecidas tenía el máximo valor. Aún así, las ferias de ganado eran motivo de buenos negocios, pero también de dolorosos pleitos o desengaños. -
El jornalín del padre.
La vida en los valles de la Tebaida estaba determinada por la propiedad de los terrenos que generalmente se heredaban y se transmitían de generación en generación. Por tal motivo, los matrimonios, junto con el deseo de formar una familia, tenían también una función económica, pues permitían, a través de los hijos e hijas tener un apoyo para el duro trabajo diario. Las familias eran generalmente grandes, de seis o siete hijos la mayoría de ellas y dependía del nivel económico de la familia el poder mantener de forma suficiente a todos los hijos. En muchos casos, si la familia no disponía de tierra suficiente para sembrar o cultivar, se sufrían de carencias alimentarias, por eso, cualquier terreno era bueno para cultivar. En el audio que se adjunta aparecen algunos elementos destacados de esta dura realidad de la ruralidad tradiciona. En primer lugar, la prioridad del trabajo infantil como apoyo a la familia por delante de la formación educativa que permitía obtenerse en la escuela. Y, en segundo lugar, las diferencias sociales existentes en las distintas localidades. Algunas familiar eran más poderosas, pues habían podido acumular un mayor patrimonio y llevaban una vida más desahogada. En cambio, aquellas no tuvieran muy pocas tierras y propiedades, o muy poco ganado estaban sumidas en el círculo vicioso de la pobreza y buscaban cualquier lugar, por alejado que estuviera para poder cultivar al menos un pequeño campo de centeno. Estas familias, en muchas ocasiones contaban exclusivamente con el jornalín del padre, pero resultaba insuficiente. En el momento en el que aparecieron en la comarca, y fuera de ella nuevos empleos y nuevas formas de ganar dinero, comenzó la experiencia migratoria de una gran importancia en los valles de la Tebaida berciana. -
Palomar de Villanueva.
La economía tradicional en la Tebaida estaba basada en el aprovechamiento extensivo de cada uno de los recursos que la naturaleza aportaba. Este aprovechamiento se extendía a todos los animales que permitían la domesticación y el control por parte de los habitantes del lugar. La reproducción social de las distintas familias dependía del equilibrio mantenido por las distintas fuentes de recursos: ganado vacuno, cabrino y ovino, la huerta, el cultivo del cereal, el aprovechamiento de las castañas y las nueces, así como también en algunos momentos la caza. Completando este conjunto de formas productivas se encuentra el cuidado y cultivo de palomas en edificios singulares denominados palomares. Estos palomares, habituales dominadores del horizonte en Tierra de Campos en la meseta castellana fueron frecuentes también en la comarca de Bierzo y aparecen en los valles de la Tebaida, si bien en un estado abandonado y ruinoso. Cacabelos, Bembibre, Noceda y Rimor son algunas de las localidades que cuentan con alguno de ellos. El palomar que describimos se encuentra en Villanueva del Valdueza, en la parte superior de la localidad y de propiedad privada, situado en una zona conocida como "los trigales", debido a que se encuentra en una tierra donde habitualmente se sembraba trigo, acompañado de otros cultivos como guisantes y habas gallegas. De planta circular con una entrada inferior tapada en gran medida por la maleza, de una sola planta con más de doscientos nidales para el cultivo de palomas y pichones, y con una abertura en la parte superior para facilitar la entrada de los animales. La construcción de palomares ha tenido una clara función económica pues sirvió para la cría de colonias de palomas que aportaban a través de los pichones una importante fuente de proteínas para la dieta de muchas familias, al tiempo que suponía un excelente abono para las tierras a través de la palomina, excremento de las palomas rico en nitrógeno, excelente tanto para las tierras de cultivo como para las huertas familiares. -
La siembra y los chanos.
La supervivencia de los pobladores de estos valles de la Tebaida berciana dependía en gran medida de la combinación de las prácticas ganaderas con la producción agrícola. Si bien, la interacción con el medio natural resultaba enormemente dura y arriesgada por varios motivos, tal y como se describe en el audio que adjuntamos como testimonio etnográfico. En primer lugar por las inclemencias del tiempo, puesto que se realizaba la siembra a principios del mes de septiembre coincidiendo con las fiestas de la Encina, y para la fiesta del Cristo tenía que estar ya todo sembrado, pero coincidía con la venida de grandes tormentas y grandes riadas. Y, por otro lado, la labor agrícola estaba muy condicionada por la pendiente de las laderas, lo cual hacía muy difícil el cultivo en todas sus fases, desde la siembre hasta el abonado y la recolección. Esto implicaba una enorme pericia en el uso de los animales de tracción y un gran conocimiento del terreno. En algunos casos, cuando era posible se construían artificialmente los llamados chanos, terrenos que ofrecían la posibilidad de ser aplanados para un mejor cultivo, si bien, solamente era posible en pocas ocasiones. La tendencia era a buscar los chanos naturales para el cultivo del cereal. En esta tarea, generalmente masculina, en algunas ocasiones requería toda la fuerza y la maña posible y las mujeres formaban parte también del esfuerzo colectivo.