Los edificios también tienen biografía
Conjunto de fichas
- Título
- Descripción
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Los edificios también tienen biografía
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La iglesia de Santo Tomás de las Ollas es uno de los edificios del siglo X que se conservan en la
Tebaida. Con el paso del tiempo y los cambios devocionales, se instaló un retablo mayor en su
cabecera que ocultó parcialmente la arquería de herradura que decora la arquitectura de su
ábside, y la iglesia se amplió con la construcción de una nueva capilla, la de San Miguel, en su
lado norte. El descubrimiento del interés artístico del templo ya en el siglo XX, gracias a la
estancia de Gómez-Moreno en Ponferrada en 1906, provocó intensas intervenciones en su interior que obligaron al traslado del retablo a esa capilla, reformulado para adaptarse al nuevo
espacio, donde conviven piezas de diferentes épocas y estilos.
Este tipo de cambios son algo intrínseco a la propia historia constructiva de los edificios
bercianos. No por ello deja de causar sorpresa cuando bajo capas y capas de cal y enlucidos,
aparece, muchas veces de forma casual, una colorida pintura mural. De repente, las
monocromas paredes de nuestras iglesias se llenan de colores y figuras, algo a lo que durante la
Edad Media y la Edad Moderna estaban mucho más acostumbrados. No obstante, los muros
eran lienzos en blanco prestos a recoger todo tipo de decoraciones pintadas. Los restos más
relevantes de las Tebaida están en Peñalba, San Pedro de Montes o en Compludo. A la zaga van
las de Villanueva de Valdueza o Palacios de Compludo, realizadas en distintos momentos pero
llenas de interés.
Fichas
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Pantocrator con Tetramorfos, Entrada triunfal en Jerusalén, Virgen con el Niño y otras escenas
De los diferentes paños de pintura mural que se conservan en la parroquial de Villanueva de Valdueza, los de su muro sur son de los más interesantes, no solo por su mejor conservación, sino también por los temas que describen. Este ciclo se organiza en tres registros horizontales, separados por franjas lisas de color rojizo, recogiéndose en cada uno de ellos entre una y dos escenas. En el registro superior se pintó primeramente una imagen del Pantocrator con el Tetramorfos a su alrededor; y a su derecha la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén. Esta última es una historia compleja, llena de personajes dispuestos en distintos planos, de arquitecturas y elementos vegetales. El cuerpo central acoge un asunto de difícil lectura dado su fragmentaria conservación, pero donde observamos a la Virgen María con el Niño Jesús en el regazo, ambos entronizados y rodeados de figuras angélicas y algún otro personaje sentado. Por último, el cuerpo bajo se divide nuevamente en dos partes. La izquierda no es sino una sucesión de escudetes en blanco sobre negro, motivo decorativo habitual en toda la pintura gótica del momento. Pero a su diestra, y en un menor tamaño, figura un personaje yacente, aparentemente masculino, con melena, y elegantes vestiduras, que bien pudiera estar efigiando a algún noble promotor de la obra o que se hubiera mandado enterrar en las proximidades de las mismas. Son pinturas de estilo tardogótico, aunque el maestro que las ejecutó se mostró receptivo a ciertas intenciones naturalistas que tendrán su eclosión en la centuria siguiente, ya en pleno Renacimiento. -
Retablo mayor
Retablo trasladado del anterior emplazamiento en la cabecera. Consta de dos cuerpos, rematado el superior por dos imágenes (renacentistas) en sus extremos a modo de falso ático, y tres calles, ocupando la central del cuerpo bajo un desproporcionado tabernáculo. El cuerpo inferior acoge en las calles laterales sendas hornacinas de medio punto, muy estilizadas, con un Ecce Homo en la izquierda (según se mira de frente) y posiblemente San Miguel en la derecha. Dos parejas de pilastras estriadas de jónicos capiteles flanquean los extremos del cuerpo, y una columna cada uno de los lados de la inexistente calle central (por la presencia del tabernáculo), conformada por un enorme arco de medio punto. Por la parte inferior, las hornacinas desbordan la altura de las pilastras, lo que da lugar a una pseudo-predela inusual (pintada de colores neutros). Separado del cuerpo inferior por un discreto entablamento con decoración de motivos renacientes, se dispone el cuerpo superior, más estrecho que el anterior y de similar disposición, si bien las casas son rectangulares y solo hay cuatro semipilastras (de orden corintio en esta ocasión) dividiendo tales encasamientos (San Benito a la izquierda, San Miguel en el centro y San Andrés a la derecha). Nuevamente la readaptación del retablo provoca la extrañeza ante la irregular pseudo-predela. El entablamento se decora con cabezas aladas de angelotes. Como si fuera un falso ático, pero realmente se trata de dos imágenes casi con función de pináculo, un santo sin identificar se sitúa sobre el encasamiento izquierdo y la Virgen sobre el derecho. -
Pintura del testero
Lo poco que se conserva de este conjunto mural conecta directamente con la pintura del frontal de altar y nos recuerda a otras vistas en las iglesias del valle, caso de Compludo. De esta gran pieza rectangular, apaisada, apenas resta el tercio superior donde reconocemos dos cenefas bien delimitadas. La inferior se compone a base de rombos grises sobre fondo blanco. Sobre ella corre una greca de motivos a candelieri, a base de vegetales, seres fantásticos unidos por sus colas y jarrones. Esta especie de marco debió de continuar también verticalmente, pero casi nada queda de ello, como tampoco se sabe si en el centro del paño se pintó algún tipo de escena figurada.