Bienes inmateriales

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  • La corta. Ganadería y cortar el roble

    Los usos ganaderos han estado vinculados a zonas de montaña donde los pastos han sido el sustento principal para los animales domésticos. Estos usos productivos ganaderos han mantenido una economía de subsistencia en cuanto a los productos y alimentos de proteína animal, pero también han servido como bienes de intercambio a través de una red compleja y extensa de mercados de ganados que nutrían de ingresos a las familias locales, pero que han dado lugar a prácticas económicas relacionadas con tratantes de ganado, intermediarios e incluso expertos en el cuidado y la sanación de animales enfermos.
  • El rayo. Efectos.

    Las tormentas acompañadas de los rayos despertaban un gran miedo y temor por sus efectos devastadores sobre cultivos, casas, personas y animales. Estos fenómenos naturales, denominados de varias formas en la geografía del noroeste hispano, como truenas, o en otros casos, tuenas, han estado acompañados por fuertes prácticas ritualizadas y culturizadas. Para comprender la importancia que en las sociedades tradicionales han tenido estas prácticas conviene mostrar como los efectos del rayo han quedado marcados en la memoria de los pobladores de estos valles, pues solo de este modo se puede entender la importancia dada a la prevención o lucha frente a los rayos, la lluvia y el granizo. La creatividad popular ha ido conformando un conjunto de creencias y supersticiones relacionadas, con los provocadores de las nubes ( personajes mágicos con efectos malignos descritos y nombrados a veces como reñuberos) como con las defensas contra los elementos devastadores. Estas protecciones incluían los toques de campana y los conjuros a “tente nube”, así como los rezos a Santa Bárbara u otros santos protectores. Era habitual el dotar al interior de las casas de elementos protectores, que solían ser velas como las velas de Jueves Santo o, en otros casos se solía colocar a la puerta de la vivienda instrumentos a los que se les atribuía un poder especial como las hachas o las palas de cocer el pan. Junto a ellos también se estimaba en gran medida el poder de las piedras para alejar a las nubes, y por ello en algunos hogares o dentro de las cuadras empleaban un amuleto de singular poder como era la piedra del rayo bien lanzaban nueve o doce piedras hacia lo alto cuando sonaban los primeros truenos, piedras que habían sido recogidas en fechas especiales del año.
  • Toque a Santa Bárbara.

    Los toques de campana son muy diversos y varían, por regla general levemente de una localidad a otra. Hay algunos que se mantienen de un modo más constante, pero otros varían significativamente. En el caso de la llamada o apelación a Santa Bárbara consiste en colocar la campana en un giro de 180 grados, con la cruz de Santa Bárbara hacia arriba. La intención es ahuyentar a la tormenta, sobre todo, si esta se coloca sobre un determinado lugar que la hace especialmente peligrosa, tal y como se describe en el audio que acompaña a esta entrada. Es importante el llevar a cabo esta práctica en un determinado momento, antes de que la tormenta se sitúe encima de la localidad, pues entonces ya no habrá posibilidad de ahuyentarla.Entre las sentencias y frases proverbiales de contenido meteorológico, ésta de “acordarse de Santa Bárbara cuando truena” es, sin duda, una de las más utilizadas. Hoy la empleamos únicamente en sentido figurado, poniendo de manifiesto nuestro comportamiento habitual de dejar para mañana lo que podemos hacer hoy, aparcar para mejor ocasión lo que aún pensamos puede demorarse, o aplazar sine díe lo que no conviene a nuestros intereses. Y así lo hacemos hasta que metafóricos truenos hacen tambalear o amenazan nuestra posición, en cualquier nivel al que lo contemplemos. Ignoramos quien y en qué momento pronunció por primera vez este axioma en sentido alegórico, pero sí podemos afirmar que la tradición de muchos siglos ha vinculado a Santa Bárbara con los truenos y que su nombre va unido, en un pasado bastante reciente, a creencias, ritos, conjuros y supersticiones dirigidos a protegernos de los rayos y los estragos producidos por las tormentas.
  • Mullir los garbanzos

    Mullir los garbanzos es una expresión de describe una técnica relacionada con el cultivo del huerto familiar. En la economía tradicional de las localidades del valle los aportes alimentarios que proceden de los huertos familiares han sido fundamentales para entender los mecanismos de reprodución social de la comunidad. Estas técnicas de preparación y cuidado de la tierra y del producto se han transmitido de generación en generación a lo largo de los años, de padres a hijos o hijas. Mullir supone arrancar las malas hierbas con un rastro o rastrillo o azadijo de dos gajos para que los garbanzos en el caso del audio que se presenta, o bien las patatas puedan crecer fuerte y sana.
  • Venta de la nuez

    Al igual que el fruto del castaño, el fruto del nogal era tradicionalmente vareado desde el árbol por los hombres de la familias y de la comunidad, y recogido el fruto por la parte femenina del grupo social. Una vez limpiado el fruto y secado los hombres se trasladaban a distintos lugares a vender las nueces almacenadas en serones y transportadas por caballerías y carros. La memoria oral sobre esta práctica identifica de forma generalizada la venta de este producto con una importante fuente de ingresos, en cambio la castaña a veces por su bajo precio no merecía la pena la recogida y se pudría en los cobertizos o almacenes, tal y como se describe en el audio que acompaña a esta entrada.
  • El Pingo

    El pingo es un término que describe el momento en el que empezaban a caer los erizos de los castaños y también de los nogales. Cuando el fruto todavía se encontraba verde e inmaduro no se podía varear, por eso, cada mañana cuando se acercaba la fecha la mujer de la familia se acercaba al soto para ir al pingo. Se visitaban cada mañana los distintos sotos de castaños y nogales para apañar el fruto que había quedado ya en el suelo.
  • Bailar el erizo

    Bailar el erizo es una expresión que denota una práctica tradicional relacionada con el cultivo de las castañas y que ha sido documentada en los valles del río Oza. La economía de las distintas localidades que se sitúan en el valle ha estado condicionada en gran medida por el cultivo y el cuidado del castaño, como un elemento complementario fundamental en la alimentación de las familias que han habitado el lugar. El plantado del castaño, su cuidado y limpieza, así como la recolección del fruto, su transporte, almacenamiento y su posterior elaboración y consumo ha sido una práctica que ha supuesto la transmisión de conocimientos entre distintas generaciones. A su vez, ha sido objeto de múltiples transformaciones y cambios sucedidos en los últimos años, tanto en el cuidado del árbol como en su cuidado y comercialización. Se mantiene esta práctica viva en la memoria de los habitantes del valle la forma tradicional de proceder, tal y como se puede percibir en el audio que completa esta entrada. El modo de limpieza de los erizos de los castaños pasaba por lo que se describe como un baile de un modo figurado. Los hombres y mujeres se ponían unas botas y con ellas iban pisando los erizos para separar el fruto de las cáscara llena de pinchos cuando ya estaban curtidos, para luego con un rastro o rastrillo ir amontonando el fruto. El movimiento acompasado de las piernas sobre los erizos se consideraba como si fuera un baile.
  • Apañadera

    La apañadera es un objeto tradicionalmente usado para la recogida de la castaña después de haber sido vareada por los hombres de la comunidad en los castaños propios o en los castaños comunes. Tradicionalmente ha sido un trabajo femenino complementario al trabajo masculino que consistía en subirse al árbol y varear. Es el objeto utilizado con anterioridad a los guantes que se usan actualmente para evitar que los erizos puedan hacer daño en las manos. Las apañaderas o pañaderas tenían forma de pinza y se usaban para pañar o apañar junto con la fardela o morral, objeto que también formaba parte de la práctica de la recogida de la castaña y que es denominado en algunos lugares como Curuxa o Curuxin. Relacionada con este objeto y este término se encuentra el término Pañadora o Apañadora que describe a la mujer que recoge con las fornazas o pañaderas los erizos de las castañas al varear. Este instrumento era elaborado artesanalmente con la madera del mismo árbol tal y como se describe en el audio que completa este elemento. Ha supuesto un conocimiento y una técnica artesanal que se ha perdido y solamente se conserva en la memoria oral.