Bienes inmateriales

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  • La feria de Lombillo.

    Las ferias y mercados en general han desempeñado en la comarca de la Tebaida berciana un importante papel tanto social, como económico y cultural. En muchos casos han sido fuente de entrada de nuevos productos así como motivo para la confección de tejidos y redes sociales económicas que han dado vida y sustento a las poblaciones de este entorno montañoso. Las ferias y mercados durante mucho tiempo constituyeron el sistema tradicional de comercio pecuario, y aún se mantienen como tal en numerosas zonas de la geografía peninsular. En la Tebaida ha desaparecido esta práctica con las transformaciones en el modo productivo, los procesos migratorios y las nuevas formas de consumo. Las ferias suponían intercambio comercial pero resultaban de mayor importancia que los mercados que solían realizarse con mayor asiduidad. Las ferias se celebraban en un lugar público y en muchos casos con una dilatada periodicidad, que podía ser de una vez al mes o incluso una vez al año. En el audio que se adjunta se comenta la importancia para los pueblos de la Tebaida de la feria de Lombillo. En otros casos se ha mencionado la feria del Espino o la de Cacabelos. Desde el punto de vista social y antropológico es reseñable la presencia de un conjunto de reglas, en muchos casos, no escritas que mediaban en los intercambios entre los tratantes o compradores y los vendedores. Este conjunto de reglas y de prácticas no escritas pasaban de generación en generación. Se aprendían desde la infancia y eran fruto de la observación. El trato dependía de la habilidad por ambas partes en la negociación pero la palabra dada acorde a las reglas establecidas tenía el máximo valor. Aún así, las ferias de ganado eran motivo de buenos negocios, pero también de dolorosos pleitos o desengaños.
  • El jornalín del padre.

    La vida en los valles de la Tebaida estaba determinada por la propiedad de los terrenos que generalmente se heredaban y se transmitían de generación en generación. Por tal motivo, los matrimonios, junto con el deseo de formar una familia, tenían también una función económica, pues permitían, a través de los hijos e hijas tener un apoyo para el duro trabajo diario. Las familias eran generalmente grandes, de seis o siete hijos la mayoría de ellas y dependía del nivel económico de la familia el poder mantener de forma suficiente a todos los hijos. En muchos casos, si la familia no disponía de tierra suficiente para sembrar o cultivar, se sufrían de carencias alimentarias, por eso, cualquier terreno era bueno para cultivar. En el audio que se adjunta aparecen algunos elementos destacados de esta dura realidad de la ruralidad tradiciona. En primer lugar, la prioridad del trabajo infantil como apoyo a la familia por delante de la formación educativa que permitía obtenerse en la escuela. Y, en segundo lugar, las diferencias sociales existentes en las distintas localidades. Algunas familiar eran más poderosas, pues habían podido acumular un mayor patrimonio y llevaban una vida más desahogada. En cambio, aquellas no tuvieran muy pocas tierras y propiedades, o muy poco ganado estaban sumidas en el círculo vicioso de la pobreza y buscaban cualquier lugar, por alejado que estuviera para poder cultivar al menos un pequeño campo de centeno. Estas familias, en muchas ocasiones contaban exclusivamente con el jornalín del padre, pero resultaba insuficiente. En el momento en el que aparecieron en la comarca, y fuera de ella nuevos empleos y nuevas formas de ganar dinero, comenzó la experiencia migratoria de una gran importancia en los valles de la Tebaida berciana.
  • Palomar de Villanueva.

    La economía tradicional en la Tebaida estaba basada en el aprovechamiento extensivo de cada uno de los recursos que la naturaleza aportaba. Este aprovechamiento se extendía a todos los animales que permitían la domesticación y el control por parte de los habitantes del lugar. La reproducción social de las distintas familias dependía del equilibrio mantenido por las distintas fuentes de recursos: ganado vacuno, cabrino y ovino, la huerta, el cultivo del cereal, el aprovechamiento de las castañas y las nueces, así como también en algunos momentos la caza. Completando este conjunto de formas productivas se encuentra el cuidado y cultivo de palomas en edificios singulares denominados palomares. Estos palomares, habituales dominadores del horizonte en Tierra de Campos en la meseta castellana fueron frecuentes también en la comarca de Bierzo y aparecen en los valles de la Tebaida, si bien en un estado abandonado y ruinoso. Cacabelos, Bembibre, Noceda y Rimor son algunas de las localidades que cuentan con alguno de ellos. El palomar que describimos se encuentra en Villanueva del Valdueza, en la parte superior de la localidad y de propiedad privada, situado en una zona conocida como "los trigales", debido a que se encuentra en una tierra donde habitualmente se sembraba trigo, acompañado de otros cultivos como guisantes y habas gallegas. De planta circular con una entrada inferior tapada en gran medida por la maleza, de una sola planta con más de doscientos nidales para el cultivo de palomas y pichones, y con una abertura en la parte superior para facilitar la entrada de los animales. La construcción de palomares ha tenido una clara función económica pues sirvió para la cría de colonias de palomas que aportaban a través de los pichones una importante fuente de proteínas para la dieta de muchas familias, al tiempo que suponía un excelente abono para las tierras a través de la palomina, excremento de las palomas rico en nitrógeno, excelente tanto para las tierras de cultivo como para las huertas familiares.
  • La siembra y los chanos.

    La supervivencia de los pobladores de estos valles de la Tebaida berciana dependía en gran medida de la combinación de las prácticas ganaderas con la producción agrícola. Si bien, la interacción con el medio natural resultaba enormemente dura y arriesgada por varios motivos, tal y como se describe en el audio que adjuntamos como testimonio etnográfico. En primer lugar por las inclemencias del tiempo, puesto que se realizaba la siembra a principios del mes de septiembre coincidiendo con las fiestas de la Encina, y para la fiesta del Cristo tenía que estar ya todo sembrado, pero coincidía con la venida de grandes tormentas y grandes riadas. Y, por otro lado, la labor agrícola estaba muy condicionada por la pendiente de las laderas, lo cual hacía muy difícil el cultivo en todas sus fases, desde la siembre hasta el abonado y la recolección. Esto implicaba una enorme pericia en el uso de los animales de tracción y un gran conocimiento del terreno. En algunos casos, cuando era posible se construían artificialmente los llamados chanos, terrenos que ofrecían la posibilidad de ser aplanados para un mejor cultivo, si bien, solamente era posible en pocas ocasiones. La tendencia era a buscar los chanos naturales para el cultivo del cereal. En esta tarea, generalmente masculina, en algunas ocasiones requería toda la fuerza y la maña posible y las mujeres formaban parte también del esfuerzo colectivo.
  • El hornero.

    El hornero desempeña una importante labor en la vida comunitaria de las sociedades tradicionales. Por la realización de su labor recibía una cantidad ajustada del pan de cada hornada. El hornero no masaba, y por tanto, el gasto habitual de pan para su familia lo recibía en cada una de las hornadas, y este variaba en función de la cantidad que cada una de las familias llevaba a hornear. Además con la masa sobrante muchas familias regalaban al hornero algún bollo o empanada extra, tal y como se describe en el audio que se adjunta. En principio parecía que el hornero recibía una hogaza por cada hornada, pero de un modo más preciso, resulta que por cada cuatro cuartales, el hornero recibía una cantidad en pan de libra y media. A pesar de que el horno se subastaba cada año, por regla general este trabajo solía recaer en la misma o mismas personas a lo largo del tiempo.
  • La subasta del horno comunal.

    En la vida tradicional de los valles de la Tebaida ha sido alimento fundamental el pan. De hecho, el alimento ha dado nombre a los cereales de los que se produce, siendo así que cuando se iba a sembrar el trigo o el centeno, el habla popular decía: "ir a sembrar el pan" o incluso, ha dado nombre a los terrenos donde se sembraba el cereal, describiendo estos terrenos como los terrenos del pan. A pesar de que algunas casas aún conservan pequeños hornos familiares, la vida de la comunidad giraba en torno al horno comunal. Estos lugares consistían en pequeñas construcciones, ubicadas en un sitio céntrico, generalmente cerca de la plaza de la localidad o cerca de la iglesia, en cuyo interior se ubicaba un horno grande capaz de albergar la fabricación del pan suficiente para toda la población, si bien, en momentos en los que la densidad de población era muy alta, el horno estaba en funcionamiento a lo largo, prácticamente de todo el día para llevar a cabo varias hornadas. Estos hornos comunales han sido un ejemplo de la regulación y la gestión de la vida comunitaria llevada a cabo desde los concejos. El uso del horno y la tarea de hornear era subastada cada año en la plaza pública y dentro de un concejo propuesto a tal efecto, si bien, como se señala en el audio que adjuntamos se aprovechaba para subastar también alguna que otra tarea comunitaria como era el uso y la práctica del toque de campana. La subasta quedaba adjudicada al mejor postor, y debía de realizar la labor de hornear y mantener el horno comunal a lo largo de todo un año.
  • De lobos y hombres II

    En los trayectos a pie, sobre todo de noche, se despertaba el temor a la aparición de los lobos. Lo habitual, en el caso de que ocurriese, era la presencia siempre de varios de ellos, de modo que existía la creencia de que, una vez que aparecían iban dando golpes con el rabo a las piernas del caminante hasta que lograban tumbarle, y si esto ocurría, entonces ya no había escapatoria posible. Por tal motivo, tal y como se narra en el audio que se adjunta, lo más efectivo era subirse a un castaño y esperar hasta que clareara el día, o bien, hasta que se pudiera contar con alguna ayuda.
  • Hornadas comunales.

    El horno comunitario también era un lugar especial de contacto sobre todo de mujeres, ya que la elaboración del pan, su preparación y su cocción, así como de otros productos como las empanadas y las roscas ha sido una labor claramente feminizada. En estos lugares de la vida comunitaria se tejían relaciones sociales muy poderosas y además se trabajaba de forma comunitaria con un reparto muy definido de funciones, tal y como se describe en el audio que adjuntamos. Durante determinados días del año y en distintas celebraciones, la hornada se realizada de forma comunitaria, para luego llevar a cabo una fiesta de degustación de estos productos.