Bienes históricos y artísticos

Conjunto de fichas

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  • Retablo del Santo Cristo

    Curioso retablo barroco, tanto por la poco acostumbrada proporción del ático, como por su acabado, pues alterna una parte (la exterior) en su color, sin policromar, y una interior abigarrada con los colores chillones propios del gusto popular berciano de finales del siglo XVIII. La tabla del fondo del Cristo, en grisalla, dibuja una esmerada Jerusalén, con cierto detalle en la arquitectura de los edificios. Compositivamente se muestra complejo, a pesar de estar articulado de manera sencilla: un cuerpo con calle única, más ático y banco. Lo singular del retablo se concentra en la manera de armonizar los elementos estructurales de la mazonería y la calle, por un lado, y la decoración de ambos, por otro,. El cuerpo central abre su hornacina de manera crucífera, tratamiento extendido en retablos de esta época cuando el titular es el Crucificado, abertura que prácticamente ocupa por entero el espacio. En el ático, una habitual hornacina de medio punto de poca profundidad muestra una imagen en bulto, que se beneficia del carácter convexo de su base-peana, integrada en la arquitectura del retablo. Se trata de un santo franciscano. El banco del retablo, sobre una mesa de altar de fábrica revestida por un frontal tardío, sin mérito decorativo, dispone cuatro ménsulas, emparejadas y en dos planos, con un ángel de cuerpo entero y la cabeza de un querubín respectivamente. De ellas parten sendas columnas, también emparejadas: salomónicas las interiores y ajarronadas las exteriores, cuajadas todas de flores, hojarasca y cabezas de angelotes de notable relieve. Es su desarrollo hacia el ático, sin solución de continuidad y por encima de unos sobrecapiteles caprichosos sostenidos por más cabezas angélicas, pues no se puede hablar de entablamento, arrancan fantasiosos estípites (exteriores) y fustes lisos abigarrados de enormes hojas y colgaduras (interiores). Todas estas columnas se aúpan sobre altos plintos. El ático se remata con un arco discreto de medio punto, un remedo de frontón curvo quebrado apenas iniciado y caprichoso, y un ángel por encima de cada estípite. Lo verdaderamente singular de este retablo es la parte central (propiamente la calle), que se extiende asimismo, sin solución de continuidad, por banco, cuerpo y ático. Contrasta con el resto por su mentada policromía contrastante y sus efectistas dorados (sobre todo en la tarja floral que remata todo este conjunto), y por la propia composición. Adosados a las ménsulas interiores dos netos prismáticos con golpes de talla dorado en sus frentes soportan otras tantas otras tantas esbeltísimas falsas pilastras con intradoses acasetonados que no rematan en capiteles, sino que transicionan con simplicísimos ábaco y collarino a la zona del ático, un derroche de columnillas, medias columnillas, golpes de talla (todo dorado) sobre el fondo blancuzco cuajado de flores y frutos. Esta calle pareciera estar encajada al resto de la estructura, como apuntan también Voces e Iglesias (1986).
  • Ángel tenante

    Ángel tenante sentado, en su color como el resto del retablo, que sostiene entre sus dos manos una cartela muda en forma de cuero recortado.
  • Ángel tenante

    Ángel tenante sentado, en su color como el resto del retablo, que sostiene entre sus dos manos una cartela muda en forma de cuero recortado.
  • Virgen del Carmen

    Talla de la Virgen con Niño, en su color como el resto del retablo. Se muestra a la Virgen de pie, sobre un nubaje cuajado de cabezas de querubines, con el brazo derecho levantado a media altura y el Niño sostenido sobre su mano izquierda. La Virgen se presenta sin velo, cabello lacio que cae simétrico marcando mechones, con ojos grandes y mirada fija, a lo que coadyuban los ojos vítreos, y con restos de lo que parecen encarnaciones en la faz, que contrasta con el color del conjunto. Especialmente interesante es la labor con los paños. Porta hábito, manto abierto prendido con broche central a la altura del cuello, y muestra por debajo del manto un largo escapulario con un escudo coronado en la parte superior del mismo (mudo por faltarle la policromía). Los pliegues denotan un tratamiento efectista, a pesar de la falta de policromía, y dotan de movimiento a la imagen, acrecentado por la posición del brazo y una pierna ligeramente avanzada. El Niño, que señala hacia arriba con su brazo derecho, tiene desprendido el izquierdo, así como la bola que portaba.
  • Peana de la Virgen del Carmen

    Sencilla peana moldurada y policromada, simétrica y estrechada en su parte central por una generosa escocia.
  • Sagrario

    Simple puerta rectangular con cerradura, sin decoración al exterior, con una florida tarja de talla por encima de ella. Al interior de la portezuela, en relieve, figuran una cruz y un sudario.
  • San Juan evangelista

    Santo de pie, hierático, que se muestra frontalmente, con el brazo derecho estirado y con el izquierdo pegado al cuerpo sosteniendo un libro abierto, inscrito. Su indumentaria consiste en un vestido rojo al que se superpone un manto azul estampado, con buena policromía y estofado de pincel, que deja el hombro derecho descubierto, ribeteado con dorados. La pieza no está ahuecada por la espalda y dispone de peana solidaria.
  • Inmaculada

    Escultura de bulto redondo de la Virgen Inmaculada. Su perfil triangular, la actitud orante, casi hierática, y el tratamiento de los pliegues transversales en la parte inferior del manto (que simétricamente baja desde el cuello) le hace deudora de los modelos de Gregorio Fernández, así como los plegados metálicos, o la disposición del cabello, largo, simétrico y con pronunciadas ondulaciones. La talla se asienta sobre una peana solidaria (otra peana, que tiene ficha propia, sobreeleva la imagen) por encima de la cual se desarrolla un bulbo de cabezas de querubines, con un generoso cuarto lunar por detrás. De la peana emerge un resplandor de latón refulgente en forma de uve que alterna rayos rectos y flameados, rayos que también emergen de su corona. El color azul intenso de su manto contrasta con el blanco del vestido, donde en el centro de pintó el monograma mariano.