Bienes históricos y artísticos
Conjunto de fichas
- Título
- Descripción
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Bienes históricos y artísticos
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Colección de bienes históricos y artísticos de la Tebaida Berciana.
Fichas
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Retablo de San Martín
Retablo de carácter escultórico dispuesto en la capilla mayor de la iglesia, para cual su estructura se pliegue en tres grandes paños. Cada uno de ellos se organiza en tres cuerpos y, a nivel general, podríamos reconocer cinco calles y dos entrecalles. Lo cierto es que su estructura es bastante más compleja de lo que aquí descrito, pese a que toma como modelo el retablo de la Catedral de Astorga, máquina paradigmática en cuanto a orden, claridad y proporción. Es más, al contrario que allí, en San Martín aún se mantienen ciertas notas manieristas que formarán parte del léxico artístico de su tracista. La principal estridencia (sin entrar en el banco barroco añadido) la encontramos en el primer cuerpo, que se divide en dos alturas, la primera jalonada por órdenes clásicos y a segunda pilastras cuajadas de abultada talla; aun de distinto tamaño ambas se pensaron para recibir imágenes de bulto, aunque las primeras dentro de hornacinas aveneradas y las segundas en pequeños encasamientos cuadrangulares. Los dos pisos superiores no plantean tales problemas, aunque en ellos las calles laterales se dedicaron a relieves y la central y sus entrecalles a imaginería, todas ellas cajas rectangulares y ventanas tabernáculo. En ese sentido, sólo se rompe ligeramente la articulación en la calle central, cuyas cajas suelen ser de mayor tamaño aunque no desbordan los respectivos entablamentos. Por último, la coronación del retablo se realiza mediante varios frontones que alternan sus formas y en el centro una suerte de tabernáculo ochavado de dos pisos, único espacio pensado para alojar pinturas. -
Ángel tenante
Ángel tenante sentado, vestido con policromado manto de amplios pliegues que descubren sus piernas, que sostiene entre sus dos manos una cartela muda en forma de cuero recortado. -
Ángel tenante
Ángel tenante sentado, vestido con policromado manto de amplios pliegues que descubren sus piernas, que sostiene entre sus dos manos una cartela muda en forma de cuero recortado. -
San Diego de Alcalá
Santo de amplia tonsura, de pie. Viste hábito franciscano con el cíngulo y ribetes dorados. Levanta la mano derecha, donde quizá portó una cruz, atributo hoy perdido. Lo más sorprendente es el diminuto infante que, de pie y en el costado izquierdo del santo, mira hacia él y levanta su brazo derecho, como queriéndose respingar de la mano del franciscano. El niño viste un túnica de colores claros. La amplia tonsura, el carácter franciscano, y el libro nos hacen suponer que posiblemente se trate de San Diego de Alcalá. -
Santo Cristo
Crucificado de tres clavos y factura popular, al que las repolicromías no le ayudan demasiado. Con los ojos cerrados, una corona de espinas suelta y cabello natural larguísimo, campea en la cruz sin señal apenas de sufrimiento, a pesar de las salpicaduras de sangre y tumefacciones agresivamente azuladas. Ladea su cabeza hacia su derecha levemente, luce barba corta, un poco airosa, y un perizonium largo blanco con nudo casi sin relieve, a su derecha, que es adonde marca el escorzo. Los problemas del escultor se demuestran en los pies, cruzados de manera poco natural para ser anclados con un solo clavo. -
Gradas del Santo Cristo
Cuatro gradas poligonales (medio octógono), con la tradicional merma ascendente, policromadas, y con casetones en sus partes visibles decoradas con cueros recortados y cabezas de querubines, doradas. Su base ocupa la planta de la hornacina. Su función es realzar (y simular que alzan) la base de la Cruz. -
Frontal de altar del retablo del Santo Cristo
Pieza de madera que forra una mesa de altar de fábrica. El frontal se compone de tablones unidos mediante listones por su parte posterior, no visibles. El tablero central, liso y enmarcado por simples listones, acoge por toda decoración en su centro un rombo blanco, con filete dorado, en medio del cual se dibujan cinco de las "arma Christi". -
Retablo del Santo Cristo
Curioso retablo barroco, tanto por la poco acostumbrada proporción del ático, como por su acabado, pues alterna una parte (la exterior) en su color, sin policromar, y una interior abigarrada con los colores chillones propios del gusto popular berciano de finales del siglo XVIII. La tabla del fondo del Cristo, en grisalla, dibuja una esmerada Jerusalén, con cierto detalle en la arquitectura de los edificios. Compositivamente se muestra complejo, a pesar de estar articulado de manera sencilla: un cuerpo con calle única, más ático y banco. Lo singular del retablo se concentra en la manera de armonizar los elementos estructurales de la mazonería y la calle, por un lado, y la decoración de ambos, por otro,. El cuerpo central abre su hornacina de manera crucífera, tratamiento extendido en retablos de esta época cuando el titular es el Crucificado, abertura que prácticamente ocupa por entero el espacio. En el ático, una habitual hornacina de medio punto de poca profundidad muestra una imagen en bulto, que se beneficia del carácter convexo de su base-peana, integrada en la arquitectura del retablo. Se trata de un santo franciscano. El banco del retablo, sobre una mesa de altar de fábrica revestida por un frontal tardío, sin mérito decorativo, dispone cuatro ménsulas, emparejadas y en dos planos, con un ángel de cuerpo entero y la cabeza de un querubín respectivamente. De ellas parten sendas columnas, también emparejadas: salomónicas las interiores y ajarronadas las exteriores, cuajadas todas de flores, hojarasca y cabezas de angelotes de notable relieve. Es su desarrollo hacia el ático, sin solución de continuidad y por encima de unos sobrecapiteles caprichosos sostenidos por más cabezas angélicas, pues no se puede hablar de entablamento, arrancan fantasiosos estípites (exteriores) y fustes lisos abigarrados de enormes hojas y colgaduras (interiores). Todas estas columnas se aúpan sobre altos plintos. El ático se remata con un arco discreto de medio punto, un remedo de frontón curvo quebrado apenas iniciado y caprichoso, y un ángel por encima de cada estípite. Lo verdaderamente singular de este retablo es la parte central (propiamente la calle), que se extiende asimismo, sin solución de continuidad, por banco, cuerpo y ático. Contrasta con el resto por su mentada policromía contrastante y sus efectistas dorados (sobre todo en la tarja floral que remata todo este conjunto), y por la propia composición. Adosados a las ménsulas interiores dos netos prismáticos con golpes de talla dorado en sus frentes soportan otras tantas otras tantas esbeltísimas falsas pilastras con intradoses acasetonados que no rematan en capiteles, sino que transicionan con simplicísimos ábaco y collarino a la zona del ático, un derroche de columnillas, medias columnillas, golpes de talla (todo dorado) sobre el fondo blancuzco cuajado de flores y frutos. Esta calle pareciera estar encajada al resto de la estructura, como apuntan también Voces e Iglesias (1986).